lunes, 28 de enero de 2013

Comer carne no es un asesinato es un suicidio


El vegetarianismo es un estilo de vida que prescinde de los alimentos de origen animal.
Esta corriente, cuyo origen se atribuye al budismo y a las religiones primitivas de la India y a su prohibición de matar animales, alcanzó cierta popularidad en Europa a partir de la segunda mitad del siglo XVIII debido, en parte, a la idea del retorno a la naturaleza, a la vida sencilla y como reacción contra los excesos de la alimentación de los poderosos.
Muchas personas de círculos intelectuales creían que la dieta vegetariana conducía a la virtud y a la salud, mientras que el consumo de carne conducía a la superstición y al crimen. Y desde entonces los seguidores del vegetarianismo han adoptado un tipo de alimentación alternativo.
Existe un variado número de dietas vegetarianas. La más severa es la dieta estrictamente vegetariana, exclusivamente a base de verduras, frutas, cereales y legumbres (Veganos), otra que solo comen fruta, pero existe otra, la ovo-lácteo-vegetariana, en la que además se introducen los huevos y la leche o derivados.
El vegetarianismo estricto se dice presenta ciertas limitaciones nutritivas que pueden llegar a afectar al ser humano. La falta de hierro o la ausencia de vitamina B12, indispensable para nuestro organismo, podrían ser causa de una anemia y graves alteraciones del sistema nervioso. Que se puede suplir con ingesta de algas o suplementos. Según confirman las guías dietéticas publicadas recientemente, la dieta ovo-lácteo-vegetariana es la más satisfactoria desde el punto de vista nutricional.
El vegetarianismo contribuye a la prolongación de la vida, pues dejas de ingerir las aminas que contienen los cadáveres de animales.
La ovo-lácteo-vegetariana es en resumen una dieta muy equilibrada. La variedad de alimentos que la componen provocan una regeneración del organismo constante. Sus facultades depurativas estimulan la formación de tejidos y la eliminación de toxinas.
Esta dieta se considera ideal para quienes padecen enfermedades cardiovasculares, porque también baja el colesterol. Para notar sus efectos, hay que seguirla como mínimo durante un mes, pero puede mantenerse si se quiere por tiempo indefinido, e incluso toda la vida.
Sin embargo para muchas de las personas que optamos por esta dieta tiene además un alto componente ético: no deseamos contribuir al sufrimiento animal.
Para ello dejamos de no solo comer, de vestir, de consumir otros productos de origen animal o que hayan sido testados en animales y llevar una vida acorde para no realizar acciones que supongan un deterioro del planeta.
Resulta difícil no tener alguna incoherencia ya que en nuestra sociedad estamos en minoría y este criterio no es tenido en cuenta a la hora de etiquetar los productos. En una sociedad que ve a la naturaleza, los árboles, los animales como recursos... somos bichos raros.
A veces evitamos usar zapatos de piel y estamos utilizando el coche con el que matamos directamente insectos, atropellamos a algún animal o contribuimos con el cambio climático con lo que matamos indirectamente a muchos que desconocemos.
Se nos inculca que somos omnívoros, hemos sido criados en esa creencia y para muchas personas resulta difícil abandonar los hábitos...
Cuando me hice vegetariana por motivos éticos traté de formarme en dietética, un grupo de vegetarianos nos juntábamos, íbamos a charlas de Felipe Torres del Solar. Aprendí a comer: primero lo crudo, luego lo hervido o asado y finalmente abusar poco de los fritos. Seguíamos una dieta semanal que incluía un ayuno de 24 horas para depurarnos, cultivamos la tierra, hacíamos yoga. La vida nos llevó por derroteros diferentes y unos siguieron una vida más austera y otros no.
Creo que también es importante que sepamos que la ingesta de carne está suponiendo además de un gran holocausto animal un grave deterioro de nuestro planeta por el excesivo consumo de agua en la agricultura para pastos, de destrucción de bosques, de contaminación de suelos y también de gastos sanitarios.
Debemos pedirle a nuestra sociedad que disminuya drásticamente el consumo de proteína animal por ética, salud y ecología. Comer carne no es un asesinato es un suicidio.

lunes, 21 de enero de 2013

ABANDONAR EL DIESEL



Los gases de escape de los motores diesel están clasificados como cancerígenos para los seres humanos por parte de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC / IARC), y la agencia para el cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS) .

Es necesaria una rápida actuación de la industria automovilística, al igual que de los poderes públicos  para dejar de fabricar y retirar lo antes posible estos vehículos. Para hacer memoria ya en el año 1988 se habían hecho estudios en los que se consideraba muy probable que estos gases fueran cancerígenos, sin embargo el principio de precaución no fue aplicado.

También hay que evitar que los automóviles que funcionan con diesel dejen de circular por el centro de las ciudades de forma inmediata. Los filtros de partículas que llevan estos vehículos sólo son eficaces por encima de cierta temperatura por tanto las personas estamos más expuestas en los cascos urbanos.

La explosión del asma infantil y otras afecciones respiratorias en nuestras ciudades es el resultado de la política automotriz llevada a cabo, pero no sólo nos provocan enfermedades pulmonares también hay un vínculo entre las enfermedades neurodegenerativas y la exposición a partículas finas.

El diesel ha sido impulsado por la lucha contra el cambio climático debido a que su potencial de calentamiento global es menor que el de la gasolina, Ha sido peor el remedio que la enfermedad. Salud y medioambiente deben ir de la mano.

Es necesario reducir el tráfico rodado y su contaminación potenciando el transporte público en detrimento del privado, el transporte de mercancías por ferrocarril en lugar del carretero o peor todavía que el avión. Con soluciones como la reducción de velocidad, en los cascos urbanos sobre todo, las tasas de congestión, promover el transporte suave y el desarrollo de un sistema de transporte público accesible a todas las personas, los pueblos y todos los bolsillos, podemos proteger la salud de la ciudadanía y nos permite una revisión de la planificación de la movilidad.

Pero sobre todo la ciudad ha de transformarse para priorizar los desplazamientos a pié, en bicicleta y transporte público que debe ser mayoritariamente eléctrico.