miércoles, 6 de abril de 2011

¿Aún hay tiempo para salvar el clima, y la democracia?



El desastre Fukushima debería ser el punto de partida para un cuestionamiento de nuestro modelo de crecimiento basado en la energía abundante y el desarrollo acelerado de los combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas .

En Estados Unidos, por ejemplo, Obama ha autorizado incrementos muy significativos en la producción de carbón y la reanudación de la extracción de petróleo en el Golfo de México . Japón planea, para sustituir a las nucleares, la importación de gas ruso y de carbón de China. Europa va a importar más gas de Rusia y el Caspio, a través de nuevos gasoductos y debido a la liberalización del mercado de la energía. En todo el mundo hay una carrera hacia las últimas reservas, como en el Ártico, utilizables por la rápida aceleración del derretimiento del hielo, o en gas de esquisto.

Olvídense de los debates sobre la emergencia climática y los buenos sentimientos. Continuemos con los negocios como siempre, con la ilusión de un crecimiento basado en la explotación del planeta. Mientras dure...

Se promete el desarrollo de las energías renovables, "tecnología verde", se evoca una "energía de transición". Teniendo en cuenta los órdenes de magnitud, esto es poner el carro delante del caballo. Necesitamos energía barata tanto para movernos, para calentarnos, para alimentarnos y no habrá buenas soluciones. No es sólo el tipo de energía, el problema es la cantidad. Estamos muy lejos de abastecernos con la eólica y la fotovoltaica, hay que debatir por la posibilidad de eliminar gradualmente la energía nuclear ahora y no dentro de veinte años.

Todos los escenarios serios muestran que las soluciones residen en la sobriedad, los cambios de comportamiento, una organización diferente de la sociedad, una economía relocalizada, quienes son capaces de ahorrar energía en los órdenes de magnitud adecuados están en el camino que tenemos que recorrer. Todo lo demás se pierde en un pozo sin fondo.

Para llenar este pozo, debemos cambiar de modelo, es decir, cambiar la civilización. La crisis ecológica ya está aquí, y la que la está causando es la crisis económica, porque la economía actual necesita para crecer un mundo infinito. Hemos superado las capacidades de este planeta desde hace tiempo y necesitamos buscar en otra parte. Todo el mundo se preocupa por su pequeño negocio nuevo, el de la energía fotovoltaica, el gas de esquisto, de soluciones tecnológicas, a pesar de todo el mundo sabe que esa no es la respuesta .Cambiar la forma, para no cambiar el fondo.

La crisis económica llevará a la crisis política, porque no hay buena solución para seguir con nuestro modelo actual. Y la actualidad española augura un futuro sombrío. La crisis económica y la crisis del petróleo también reducen de manera significativa, nuestras posibilidades de mejorar. Nuestra economía liberal endeudada, la inclinación natural es replegarse hacia las soluciones menos costosas y más contaminantes.

Por no decir la verdad, se preparan oscuras sombras. Lo cierto es que estamos viviendo por encima de los medios del planeta, debemos cambiar nuestra forma de vida. Debemos aceptar la finitud del planeta, incluidos los combustibles fósiles. La inteligencia colectiva debe permitirnos construir un mundo social y ambientalmente sostenible, la persistencia en ocuparnos de problemas secundarios nos llevará más rápido al desastre.

Lo cierto es que para parar las nucleares, estabilizar la temperatura de la tierra y reducir el impacto de la escasez de petróleo, única y verdadera solución es la sobriedad de los países desarrollados. Sólo la rápida disminución del consumo de energía va a impedir "la peste y el cólera."

Un plan de ahorro de energía debe ser central en el programa ecológico.

Sólo hay dos soluciones conocidas: el gravamen progresivo del consumo de energía, y las cuotas individuales de energía.

Las cuotas tienen la ventaja de que todo el mundo está en el mismo barco, todos tienen el mismo derecho a la energía, incluso cuando puede faltar, y es garantía de que se cumplen los objetivos de reducción. Los ingleses trabajan sobre ello desde hace 10 años al más alto nivel, incluidos los parlamentarios y la sensación es que es el sistema que tiene las mejores posibilidades de ser aceptado socialmente. No hay ningún problema importante desde un punto de vista técnico, económico, legislativo.

Se puede discutir para mejorarla, o encontrar otra cosa. Queda mucho trabajo por hacer, para imaginar una democracia ecológica, responder a las necesidades de nuestros hijos y reconsiderar lo que se nos da por sentado. Lo importante es hablar con franqueza acerca de cómo hacer deseable una sociedad sobria, reconstruir nuestro sentido del bien común, encontrar la resilencia con urgencia para no depender demasiado de la energía. Quedarse en la negación alimenta la creciente frustración de los ciudadanos, poniendo en peligro la democracia.

Hablemos de verdad, hablemos de sobriedad energética antes de hablar de la transición energética, vamos a poner el caballo delante del carro.