"Mucha gente pequeña en muchos
lugares pequeños harán cosas pequeñas que transformarán el mundo". Eduardo
Galeano
El consumo se ha convertido en un acto
que da sentido a la persona inmersa en una crisis de ideales. Esta crisis es el
caldo de cultivo necesario e interesado, para que las personas no sean seres
autónomos, pues son una pieza clave del engranaje producción-consumo.
·Aumento de la pobreza y de los
conflictos bélicos.
·Concentración del poder económico y
político en cada vez menos manos.
·Masivos movimientos migratorios de
gente que intenta escapar de la indigencia en que están sumidos países enteros.
·Destrucción masiva del medioambiente
para mantener el ritmo de crecimiento económico a costa de lo que sea.
Consumir no es sólo satisfacer una
necesidad o un deseo individual, aunque ésta es la percepción que tenemos
habitualmente. Al consumir estamos colaborando en todos los procesos que hacen
posible el bien o servicio consumido, seamos o no conscientes de ello. Estos
procesos tienen implicaciones de carácter económico, social y medioambiental.
El consumo responsable consiste en tener en cuenta estas repercusiones en el
momento de elegir entre las distintas opciones que ofrece el mercado.
CONSUME LOCAL, ECOLÓGICO Y DE
TEMPORADA. La elección debe tener en
cuenta la justicia social, la ética, la solidaridad y el medio ambiente.
Si consumimos local gastaremos menos
energía en transporte (menos CO2 a la atmósfera), mejoraremos la economía
local. Si nuestros productos son ecológicos los alimentos tendrás más
nutrientes y seremos respetuosos con los ciclos de la naturaleza, y si además
nuestros alimentos son de temporada quiere decir que nuestro organismo está
adaptado a consumirlos en ese momento porque es adecuado al lugar y además no
se requerirá energía para almacenarlos.
Esta realidad está exigiendo a la
humanidad un cambio, una nueva ética, nuevas formas de relación entre las
personas y de éstas con el medio que las rodea:
EL CONSUMO
RESPONSABLE
Nuestro planeta se enfrenta a una severa
crisis global. El desarrollo económico y social de la cada vez más numerosa
población humana está imponiendo una carga insoportable a nuestro medio
ambiente. Estamos sobre-explotando y contaminando el agua, el suelo y el aire a
un ritmo que el medio natural no es capaz de reparar. Nuestra civilización del primer mundo, nuestro modo de vida
depredador se sostiene empobreciendo a otra parte de la humanidad. Nuestro
ritmo y forma de vida nos hace ser consumidores compulsivos, sin que la mayoría
logre sentirse feliz.
Pero la degradación de los ecosistemas y
la sobreexplotación de los recursos naturales, no sólo afecta a zonas puntuales
localizadas en un mapa geográfico (como ocurría en el pasado), sino a todo el
planeta. Hablamos del cambio climático, la destrucción de la capa de ozono, la
pérdida de biodiversidad, la introducción de organismos modificados
genéticamente en la agricultura, el problema de la gestión del agua o la
contaminación química y radiactiva.
El mundo en el que vivimos presenta
probablemente las tasas de cambio más altas de la historia de la vida. Esto
implica a su vez, un rápido cambio en nuestras relaciones con el medio. Un
claro ejemplo lo encontramos en la biodiversidad: la riqueza de formas de vida
(entre 5 y 30 millones de especies vegetales y animales) está siendo degradada
minuto a minuto fundamentalmente mediante la destrucción de sus hábitats.
Cada vez somos más las personas, las
organizaciones y las administraciones que somos conscientes del problema al que
nos enfrentamos. Hemos de encontrar el equilibrio: el primer mundo ha de bajar
el consumo y mantener la población para ajustarla a su huella ecológica,
mientras que el tercer mundo ha de disminuir la población y aumentar su
consumo.
Todo ello hace que nos planteemos la
necesidad de poner en marcha un modelo socioeconómico basado en el uso racional
de los recursos, y el igual reparto de los mismos entre los habitantes del
planeta y contemplar el legado a las futuras generaciones, para las que los
términos de libertad, democracia, solidaridad, equidad, justicia social y
cultura de paz estén presentes.
NUESTROS HÁBITOS DIARIOS Y LA PARTICIPACIÓN
Los pequeños cambios en nuestros hábitos
diarios son imprescindibles para conseguir un planeta más habitable; pero
también son importantes las peticiones de los ciudadanos a los gobiernos y
empresas de políticas ambientales y sociales sostenibles, para que permitan a
las generaciones actuales y venideras el disfrute equitativo de los recursos
naturales, en armonía con el resto de seres vivos.
Aquí radica la importancia de la
implicación y participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, la
demanda de respuesta y su puesta en marcha.
A LA BÚSQUEDA DE UN VERDADERO TEJIDO
SOCIAL
Muchas personas creen que no está en sus
manos poder hacer algo por cambiar las inercias establecidas, y se muestran
impotentes ante las decisiones de grandes multinacionales o gobiernos
poderosos.
Sin embargo, el movimiento ciudadano
tiene la capacidad de enfrentarse a aquellas corporaciones y gobiernos para
denunciar las actividades que suponen un riesgo socioambiental y sanitario, y
pedir políticas basadas en prácticas sostenibles.
Ha llegado el momento de pasar a la
acción: como parte de una Organización No Gubernamental, de una asociación (de
vecinos, de amos/as de casa, de padres y madres, de consumidores, de la tercera
edad, de mujeres, desde el centro escolar, desde trabajo o desde el ocio) o de
un partido político tenemos el compromiso de involucrarnos en la resolución de
los problemas que afectan al planeta.
"Mucha gente pequeña en muchos
lugares pequeños harán cosas pequeñas que
transformarán el mundo". Eduardo Galeano
transformarán el mundo". Eduardo Galeano
CONSUMIR
H. Marcuse distinguía dos tipos de necesidadesen relación con el
consumo que las personas intentan satisfacer:
2.- las necesidades falsas, que son las
que están determinadas por fuerzas sociales y culturales.
Las personas pueden sentirse felices al
satisfacer estas últimas, pero no han sido diseñadas pensando en ellas y en su
felicidad, sino para aumentar el consumo y con él, la producción.
La persona entra así en una cadena de
dependencia y esclavitud, fraguada por el afán de acumulación y potenciada
desde un sistema que la necesita como elemento que consume.
Todo esto es manipulado también
por fuerzas culturales donde la publicidad desempeña un papel muy importante.
En ningún otro aspecto de la vida somos guiados con tanta insistencia y
derroche. El consumo se ha convertido en un acto que da sentido a la persona
inmersa en una crisis de ideales. Esta crisis es el caldo de cultivo necesario
e interesado, para que las personas no sean seres autónomos, pues son una pieza
clave del engranaje producción-consumo. Ya en los años cincuenta, con la
naciente sociedad de consumo, los críticos de la cultura de masas alertaban de
cómo las sociedades industriales privan a los seres humanos de libertad.
La forma de vida consumista de los
países del «Norte» no es universalizable porque no puede ser para todos. Según
el Informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), si todo el mundo
consumiera de este modo se necesitarían tres planetas Tierra.
Las repercusiones de esta situación
mundial son:
·Aumento de la pobreza y de los
conflictos bélicos.
·Concentración del poder económico y
político en cada vez menos manos.
·Masivos movimientos migratorios de
gente que intenta escapar de la indigencia en que están sumidos países enteros.
·Destrucción masiva del medioambiente
para mantener el ritmo de crecimiento económico a costa de lo que sea.
Consumir no es sólo satisfacer una
necesidad o un deseo individual, aunque ésta es la percepción que tenemos
habitualmente. Al consumir estamos colaborando en todos los procesos que hacen
posible el bien o servicio consumido, seamos o no conscientes de ello. Estos
procesos tienen implicaciones de carácter económico, social y medioambiental.
El consumo responsable consiste en tener en cuenta estas repercusiones en el
momento de elegir entre las distintas opciones que ofrece el mercado.
CONSUME LOCAL, ECOLÓGICO Y DE
TEMPORADA. La elección debe tener en
cuenta la justicia social, la ética, la solidaridad y el medio ambiente.
Si consumimos local gastaremos menos
energía en transporte (menos CO2 a la atmósfera), mejoraremos la economía
local. Si nuestros productos son ecológicos los alimentos tendrás más
nutrientes y seremos respetuosos con los ciclos de la naturaleza, y si además
nuestros alimentos son de temporada quiere decir que nuestro organismo está
adaptado a consumirlos en ese momento porque es adecuado al lugar y además no
se requerirá energía para almacenarlos.
Esta realidad está exigiendo a la
humanidad un cambio, una nueva ética, nuevas formas de relación entre las
personas y de éstas con el medio que las rodea: el Consumo
Responsable.
Hemos de buscar información y la
formación de un pensamiento crítico con la realidad que nos rodea, con los
medios de comunicación y la publicidad, cuestionándonos qué hay detrás de cada
cosa que consumimos y cuáles son sus consecuencias (naturalmente esto es
difícil sino contamos con un etiquetado correcto del producto).
En segundo lugar una reducción de
nuestros niveles de consumo como una opción ética. Si nuestro modelo de
desarrollo no es universalizable ni ecológicamente, ni por las estructuras
injustas que genera, hemos de cambiar nuestros hábitos y entender que no por
consumir más seremos más felices.
Es necesario modificar nuestra forma de
vivir y, más en concreto, nuestras pautas de consumo, tomando además decisiones
colectivas que estén dirigidas a hacer posible un Planeta más habitable y más
justo. Hemos de podes satisfacer dignamente las necesidades humanas, actuar en
el sentido de nivelar y compartir recursos entre ricos y pobres, actuar
teniendo en cuenta a las generaciones futuras y el impacto de los productos
desde “la cuna hasta la tumba”. Hemos de minimizar el uso de recursos, los
residuos y la contaminación.
Se espera que la población mundial
aumente un 50% para el año 2050, con lo que rondaremos los 9 mil millones, todo
este crecimiento tendrá lugar en los países en desarrollo.
El aumento de población ejercerá una
presión inmensa sobre nuestros recursos naturales, la biodiversidad y el
equilibrio ecológico del planeta que todas las personas consideramos nuestro
hogar.
¿Qué podemos hacer para ser más
responsables? ¿Qué debemos hacer primero: conservar nuestro entorno o eliminar
la pobreza? ¿qué es primero: nuestra salud o la del planeta?
La respuesta es controvertida: si
continuamos con nuestros patrones actuales el futuro no será prometedor.
Cada año se pierde una superficie de
tierra fértil como el tamaño de Irlanda como resultado de la sobreexplotación
del suelo y la deforestación. La salud del planeta es nuestra salud. Cada día
se extinguen 50 especies de plantas, los científicos creen que éstas son claves
para encontrar cura a gran número de enfermedades. Cada especie representa un
daño irreparable para el ecosistema y una oportunidad perdida para nuestro
futuro desarrollo.
Un ciudadano medio en el mundo requiere
2,3 hectáreas para producir lo que consume cada año y depositar los residuos
que genera, Esto supone un 40% más de los que es sostenible.
Todos no somos igualmente responsables.
Si eres europeo necesitas el doble de la superficie mencionada, si eres
estadounidense 25 veces más y si eres de Bangladesh tan solo una tercera parte.
El 20% de la gente más rica del mundo consume casi el 75% de los recursos
naturales del planeta. Estados unidos poseen el 6% de población y consumen el
30% .
El consumo responsable hará que los
recursos se repartan más equitativamente entre todos los seres que poblamos la
Tierra. Es necesario que todos tengamos derecho a tener cubiertas las necesidades
básicas de supervivencia ( aire, agua, comida) y primarias (techo, salud y
educación).
L A SALUD
Preocuparnos por la salud implica
preocuparnos por la salud del planeta, por tanto los cambios de estilo de vida
nos beneficiarán a ambos.
El aire, el agua y los alimentos son
claves para conservar nuestra buena salud.
La calidad del aire
Depende de los contaminantes que
arrojamos a la atmósfera, principalmente proceden de la combustión de productos
fósiles como el carbón y el petróleo, otros elementos químicos aunque en menos
cantidad suponen también un grave peligro para nuestra salud y por ende para la
mayoría de los seres vivos, animales y plantas que comparten con nosotros la
atmósfera.
Cada vez es mayor el número de personas
que sufren de asma y alergia que deben permanecer en casa cuando los niveles de
contaminación del aire son altos.
El agua
El agua es uno de los recursos clave
para la vida. Es de vital importancia disponer de agua dulce, de calidad para
nuestro consumo y para la producción de alimentos. Lo realmente importante no
es ver cuanta agua malgastamos, depurarla tiene unos costes que no debemos
despreciar, sino los productos que le añadimos. Desgraciadamente es muy normal
encontrar restos de plaguicidas, metales pesados, hormonas, restos fecales,
aceites y todo un sin fin de productos químicos. Pero no solo es la actividad
industrial y agrícola la culpable también en el hogar contribuimos con la
utilización de un sin fin de productos de limpieza tóxicos.
El agua ni se crea ni se destruye sino
que se transforma.
En el primer mundo consumimos una gran
cantidad de agua embotellada, cuando aquí si disponemos de agua potable en
nuestras casas, en los países en desarrollo sin embargo la tienen que traer de
pozos (no siempre salubres) y recorrer grandes distancias.
El agua embotellada no es más segura o
saludable que el agua del grifo aunque se venda hasta 1000 veces más cara. La
industria de bebidas mueve un volumen de negocio de 22.000 millones de dólares
al año. Cada año se utilizan 1,5 millones de toneladas de plástico para
embotellar el agua. Durante los procesos de fabricación y eliminación de las
botellas se pueden liberar sustancias químicas tóxicas al medio ambiente. La
cuarta parte de los 89,000 millones de litros de agua que anualmente se
embotellan en el mundo, se consume fuera del país de origen. Las emisiones de
gases de efecto invernadero ocasionadas por el transporte contribuyen al
problema del cambio climático.
El patrimonio hídrico de un país
superará en valor al del petróleo cuando se pague por ella su justo precio. Es
necesaria una gestión que compatibilice el uso de los recursos con la
conservación de los ecosistemas. Hay que gestionar el agua de la mejor manera
posible reduciendo su consumo, reciclando y reutilizando al máximo el
suministro. Al extraerla realizaremos el menor deterioro posible de los
ecosistemas, teniendo en cuenta las necesidades de los ríos, humedales y
acuíferos subterráneos. Cuando las devolvamos habrá que depurarlas para
permitir que puedan aprovecharla aguas abajo y no dañar a la fauna y flora
fluviales.
Los alimentos
Con la excusa de solucionar el problema
del hambre en el mundo, de obtener alimentos mejorados y más baratos, se están
imponiendo nuevas tecnologías en la industria agroalimentaria cuyos riesgos
para nuestra salud y la vida en el planeta no han sido evaluados.
Estas tecnologías han sido diseñadas con
el único fin de aumentar las ganancias y el control del mercado mundial por las
industrias agro-químicas, que son dueñas de la producción de los plaguicidas,
herbicidas y de las semillas. Sin embargo, continuamente hay
escándalos de seguridad alimentaria que ponen de manifiesto cómo los riesgos
derivados para la salud de los consumidores son evidentes: dioxinas en la leche
de vaca, PCBs en pollos, orines para conservar el pescado, vacas locas,
ftalatos en juguetes de PVC para bebés, uso de clembuterol para engordar el
ganado, infinidad de ingredientes perjudiciales para la salud en los productos
de cosmética... El resultado es el consiguiente aumento de cánceres,
esterilidad, malformaciones, problemas hormonales, alergias, además del
consabido deterioro ambiental.
El problema de fondo es un modelo de
producción agrícola y ganadera intensiva y aberrante, potenciada por intereses
económicos y comerciales insensibles a cualquier consideración de salud
pública, de bienestar animal o de respeto al medio natural.
Somos muchas las personas que preferimos
alimentos locales, ecológicos y de temporada, producidos de manera que
ocasiones un daño mínimo al entorno y se dé un trato digno a los animales.
Los consumidores están exigiendo cada
vez más el etiquetado correcto de los alimentos para evitar transgénicos,
plaguicidas, etc. saber que la carne que ha comprado no contiene hormonas o
antibióticos. Y por ética: saber que los huevos comprados no proceden de una
granja industrial donde se hacinan a las gallinas en habitáculos siendo
consideradas meramente como mercancías.
Comer alimentos orgánicos o ser
vegetariano son decisiones que las personas toman acerca de cómo quieren vivir
para estar más sanos, pero esto afecta positivamente al medio ambiente. Una
persona que lleva una dieta libre de carne evita que más de 4000 árboles sean
destruidos cada año.
Sustancias químicas en el hogar:
. Infórmate de los productos de limpieza
para el hogar, cosméticos y productos de higiene personal. Averigua qué
contienen y qué impactos ambientales producen. Siempre que puedas usa productos ecológicos y la cantidad mínima.
. Con los medicamentos caducados ten especial
atención y llévalos a la farmacia más próxima.
. Revisa la frecuencia con la que lavas
la ropa, sécala al sol. Evita llevar la ropa a la tintorería (hay algunas ya
que utilizan productos más ecológicos).
LA MOVILIDAD Y EL TRANSPORTE
A través de los siglos ha sido un
aspecto clave de la actividad humana y un factor que está cambiando, la
necesidad se ha incrementado en tamaño, potencia y velocidad. En 2010 habrá 816
millones de automóviles en todo el mundo. El 80% de los automóviles pertenecen
al 20% de la población mundial. En las grandes ciudades 1 de cada 3 viajes de
menos de 8 km. se hace en coche. Un uso más responsable del coche puede hacer
las ciudades. Los viajes cortos aumentan el nivel de contaminación un viaje de
5km en coche emite 10 veces más dióxido de carbono por pasajero que un autobús
y 25 veces más que un tren.
Pero lo que también tiene un gran
impacto en nuestro planeta es el turismo: los viajes internacionales globales
llegarán a los mil millones en el año 2010.
Los científicos predicen que para el año 2015, la mitad de la
destrucción anual de la capa de ozono será ocasionada por los viajes aéreos. No
todos se deben a los turistas, pero contribuyen sustancialmente al problema.
La contaminación del aire y la
degradación del suelo y el agua son problemas particularmente serios en las
regiones costeras. Toda la actividad humana tiene un impacto ambiental pero
podemos encontrar opciones de vacaciones más sostenibles o éticas a hoteles,
posadas, casas rurales, etc. que intentan respetar el medio ambiente, la
cultura y la economía local. También hay proyectos de conservación y
restauración, proyectos de ayuda voluntaria, dar clases en el extranjero, etc.
En cuanto al transporte de mercancías en
este mundo globalizado el comercio necesita crecientes desplazamientos
motorizados, cada vez a más larga distancias y a mayor velocidad. Las fábricas
se instalan en los lugares donde está el material o la mano de obra barata y
luego se transportan vía terrestre, aérea o marítima a cualquier parte del
mundo. Este sector es el mayor responsable de las emisiones de CO2 y del cambio
climático. Además las infraestructuras ocupan un espacio y favorecen el
crecimiento y la dispersión urbana.
Debemos superar la obsesión por construir infraestructuras, dar alternativas
pensando en que hay recursos no renovables y afrontar la alta siniestralidad
que tiene el transporte por carretera.
Los consumidores se enfrentan a sistemas
de información fragmentados y soluciones no optimizadas. Las personas con
movilidad reducida no siempre gozan de igualdad de acceso al transporte urbano.
El transporte urbano es también un
elemento esencial de la cadena global del transporte tanto de viajeros como de
mercancías (el problema del «último kilómetro» y la necesidad de disponer de
nodos intermodales eficientes a menudo se sitúan en las zonas urbanas o sus
inmediaciones). En consecuencia, la eficacia de las políticas de movilidad
urbana elaboradas en los ámbitos local, regional y nacional, repercuten en el
sistema europeo de transporte en su totalidad, aunque sin embargo, las
autoridades competentes no siempre tienen los medios o el interés necesarios
para en tener en cuenta esta dimensión.
LOS RESIDUOS
Cada individuo que vive en un país
desarrollado produce un kilo de basura por día. Los europeos generan cada año
alrededor de 2.000 millones de toneladas de residuos. Mas de 40 millones de
toneladas son clasificadas como peligrosas. Debemos tratar de disminuir esta
tendencia si queremos evitar ser sepultados en basura.
A mayor cantidad de residuos más posible
contaminación. Hemos de buscar métodos para reutilizar los materiales que
arrojamos a la basura. Menos desperdicio, más ahorro energético y de recursos.
Hasta con los ordenadores podremos ahorrar si los reciclamos y sobre todo
evitar la gran contaminación por mercurio, cadmio, plomo y otros metales
tóxicos.
Lo primero que hemos de hacer es Reducir
el consumo. Usa menos cantidad, hay que rediseñar los productos para evitar que
se queden pronto obsoletos y también para favorecer luego la recuperación de
los materiales que lo componen. Reutilizar los objetos dándoles otro uso es
también una forma de favorecer el medio ambiente.
Hay que tener en cuenta que hasta ahora
la economía se basaba en la utilización de los recursos sin pensar que estos se
agotan, es por eso que la recuperación, reutilización y el reciclaje se
conviertan en nuestra forma de actuar cotidiana:
Minimizaremos y evitaremos mayores daños
ambientales ya que no reduciremos el uso de nuestros recursos naturales,
gastaremos menos energía y por tanto reduciremos los niveles de contaminación.
Por cada tonelada de papel que se
recicla se salvan 14 árboles y se ahorran 7.000 litros de agua, la
contaminación del aire se reduce en 30kg. Y se evitan 2,3 m3 de residuos.
La reducción de envases y embalajes son
claves para evitar el desperdicio. Actualmente casi todos los Ayuntamientos de
España han puesto al servicio del ciudadano contenedores adecuados para el
reciclaje.
La Energía
La energía es uno de los pilares de
nuestra civilización. Para ello la obtenemos a través de diferentes recursos
petróleo, saltos de agua, carbón, madera, nucleares, geotérmicos, mareomotriz
eólica, térmica, fotovoltaica...
Cuando se extrae la materia prima
podemos afectar al medio ambiente, también en su transporte, en la central, en
su uso directo y luego habremos de gestionar los residuos que han producido en
dichas fuentes. Del petróleo por ejemplo obtenemos calefacción, transporte,
plásticos, nylon, poliéster... la extracción puede acarrear graves problemas
medioambientales en océanos, selvas tropicales, acuíferos. Se puede transportar
en barcos (recordar el accidente del Prestige), en grandes infraestructuras de
oleoductos, en camiones. El carbón
tiene grandes problemas en la extracción a cielo abierto y sobre todo cuando se
usa en centrales térmicas se quema produciendo ácido sulfúrico. Las energías
renovables (solar térmica, solarfotovoltaica, eólica, mareomotriz, geotérmica,
biomasa...) están tomando un papel relevante en España sobre todo la eólica que
tienen un menor impacto que si sería asumible por los ecosistemas.
La huella ecológica es el exceso de
recursos que tomamos del planeta, cuanto más consumimos mayor es nuestra
huella. «Es un indicador ambiental de carácter integrador del impacto que
ejerce una cierta comunidad humana, país, región o ciudad sobre su entorno». Es el área de
territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas
acuáticos), necesario para producir los recursos consumidos y
para asimilar los residuos generados por
una población determinada con un modo de vida específico, donde quiera que se
encuentre esa área. Su objetivo fundamental consiste en evaluar el impacto
sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y, comparado con la
biocapacidad del planeta. El Cálculo de la Huella Ecológica se fundamenta en
dos simples hechos. Primero, podemos
medir la mayoría de los recursos que consumimos y los desechos que
generamos. Segundo, este consumo y generación de desechos, pueden traducirse a
las correspondientes áreas de tierra que cuentan con productividad biológica.
Reflexión:
Todos los seres debemos tener derecho a
tener cubiertas nuestras necesidades básicas, estamos ante una emergencia
climática, no podemos simplemente conformarnos con acciones individuales que
tenemos el deber ético de ejercer, para así estar capacitados moralmente de
exigir a las diversas administraciones, corporaciones o empresas que actúen.
En cuanto al ocio o necesidades
secundarias que impliquen contribución al cambio climático, deberán ser
compensadas y si contribuyen al deterioro ambiental deberán ser evitadas.
Normalmente nos dejamos llevar por la
inercia consumista sin ser conscientes de cuantas cosas superfluas adquirimos.
Paso a paso:
1.- Piensa antes de comprar: Qué
necesitas y no qué quieres.
2.- Lee las etiquetas: si no te
proporcionan información clara y suficiente, pregunta.
3.- Elige productos siempre que te sea posible elaborados
localmente y de la estación.
4.- Elige los productos y servicios
etiquetados como ecológicos y éticos.
5.-Escoge productos que contengan
porcentajes significativos de materiales reciclados o componente
re-manufacturados, o de fácil eliminación y/o reciclables.
6.- Elige el tamaño grande del producto
que consumas ya que la relación envase/producto es menor.