El
vegetarianismo es un estilo de vida que prescinde de los alimentos de origen
animal.
Esta
corriente, cuyo origen se atribuye al budismo y a las religiones
primitivas de la India y a su prohibición de matar animales, alcanzó cierta
popularidad en Europa a partir de la segunda mitad del siglo XVIII debido, en
parte, a la idea del retorno a la naturaleza, a la vida sencilla y como
reacción contra los excesos de la alimentación de los poderosos.
Muchas
personas de círculos intelectuales creían que la dieta vegetariana conducía a
la virtud y a la salud, mientras que el consumo de carne conducía a la
superstición y al crimen. Y desde entonces los seguidores del vegetarianismo
han adoptado un tipo de alimentación alternativo.
Existe
un variado número de dietas vegetarianas. La más severa es la dieta
estrictamente vegetariana, exclusivamente a base de verduras, frutas, cereales
y legumbres (Veganos), otra que solo comen fruta, pero existe otra, la
ovo-lácteo-vegetariana, en la que además se introducen los huevos y la leche o
derivados.
El
vegetarianismo estricto se dice presenta ciertas limitaciones nutritivas que
pueden llegar a afectar al ser humano. La falta de hierro o la ausencia de
vitamina B12, indispensable para nuestro organismo, podrían ser causa de una anemia
y graves alteraciones del sistema nervioso. Que se puede suplir con ingesta de
algas o suplementos. Según confirman las guías dietéticas publicadas
recientemente, la dieta ovo-lácteo-vegetariana es la más satisfactoria desde el
punto de vista nutricional.
El
vegetarianismo contribuye a la prolongación de la vida, pues dejas de ingerir
las aminas que contienen los cadáveres de animales.
La
ovo-lácteo-vegetariana es en resumen una dieta muy equilibrada. La variedad de
alimentos que la componen provocan una regeneración del organismo constante.
Sus facultades depurativas estimulan la formación de tejidos y la eliminación
de toxinas.
Esta
dieta se considera ideal para quienes padecen enfermedades cardiovasculares,
porque también baja el colesterol. Para notar sus efectos, hay que seguirla
como mínimo durante un mes, pero puede mantenerse si se quiere por tiempo
indefinido, e incluso toda la vida.
Sin embargo para muchas de las personas que
optamos por esta dieta tiene además un alto componente ético: no deseamos
contribuir al sufrimiento animal.
Para ello dejamos de no solo comer, de vestir, de
consumir otros productos de origen animal o que hayan sido testados en animales
y llevar una vida acorde para no realizar acciones que supongan un deterioro
del planeta.
Resulta difícil no tener alguna incoherencia ya que
en nuestra sociedad estamos en minoría y este criterio no es tenido en cuenta a
la hora de etiquetar los productos. En una sociedad que ve a la naturaleza, los
árboles, los animales como recursos... somos bichos raros.
A veces evitamos usar zapatos de piel y estamos
utilizando el coche con el que matamos directamente insectos, atropellamos a
algún animal o contribuimos con el cambio climático con lo que matamos
indirectamente a muchos que desconocemos.
Se nos inculca que somos omnívoros, hemos sido
criados en esa creencia y para muchas personas resulta difícil abandonar los
hábitos...
Cuando me hice vegetariana por motivos éticos traté
de formarme en dietética, un grupo de vegetarianos nos juntábamos, íbamos a
charlas de Felipe Torres del Solar. Aprendí a comer: primero lo crudo, luego lo
hervido o asado y finalmente abusar poco de los fritos. Seguíamos una dieta
semanal que incluía un ayuno de 24 horas para depurarnos, cultivamos la tierra,
hacíamos yoga. La vida nos llevó por derroteros diferentes y unos siguieron una
vida más austera y otros no.
Creo que también es importante que sepamos que la
ingesta de carne está suponiendo además de un gran holocausto animal un grave
deterioro de nuestro planeta por el excesivo consumo de agua en la agricultura
para pastos, de destrucción de bosques, de contaminación de suelos y también de
gastos sanitarios.
Debemos pedirle a nuestra sociedad que disminuya
drásticamente el consumo de proteína animal por ética, salud y ecología. Comer carne no es un asesinato es un suicidio.