viernes, 8 de marzo de 2013

LAS POLÍTICAS PARITARIAS Y VERDES VAN JUNTAS



Los hombres en general para comprender el mundo intentan encasillar y fragmentarlo según categorías, pero obviamente ni la naturaleza ni las personas encajamos en esos marcos. Las mujeres intentamos comprenderlo en su conjunto sin dividirlo en elementos. El especismo es la discriminación por especie, por ser diferentes se justifica la jerarquización y explotación. El machismo es


- La forma más ancestral de desigualdad es la fundada en la diferencia sexual y anatómica de los seres humanos.

Ninguna persona ni grupo humano es ajeno a esta dolorosa división artificial de la humanidad. La opresión patriarcal de las mujeres es decimonónica y omnipresente, y se suma y superpone a cualquier otro tipo de forma de desigualdad y maltrato discriminador. Constituye un tronco unificador que traspasa fronteras, épocas, culturas, grupos y sociedades históricas de todo tipo, adoptando múltiples formas normativas, leyes y lenguajes según la particular estructura social y cultural en cada sociedad y época.

- La dominación masculina tiene un carácter socialmente transversal: es intercultural, inter-clasista e inter-ideológico.

La división y separación imperativa de los seres humanos en función de su sexo biológico en dos rígidas y antagónicas categorías de humanos adopta muchas formas a lo largo de la historia. Como mujeres que somos, entendemos que somos parte y nos afecta directamente este amplísimo ejercicio de violencia y desigualdad frente a la realidad de la diversidad y pluralidad humana, y por ello defendemos el derecho universal a un trato equitativo y justo para las personas en especial para las mujeres.

- La enquistada y cotidiana discriminación y desigualdad entre hombres y mujeres.

A pesar de la existencia de leyes universalistas que sin discriminación sexual abogan por la protección y defensa de los derechos humanos igualitarios en sociedades como las nuestras, consideradas avanzadas y modernizadas, en las prácticas socioculturales y en las relaciones cotidianas entre mujeres y hombres se reproducen dos formas diferenciales y jerarquizadoras de socialización. Este doble sistema sociocultural adjudica normas de comportamiento diferentes y en relación de jerarquía y subordinación, donde lo masculino, con sus valores y prácticas asociadas se constituye en norma suprema de valor, poder y distinción frente a los valores designados como femeninos y sus éticas prácticas de donación hacia los otros próximos, que solo obtienen aprecio y reconocimiento en el encierro de los roles domésticos y mundos privados de relación entre los seres humanos.

- La igualdad y la dignidad desde la diferencia es un proyecto inacabado para las mujeres de cualquier condición.

Defendemos el valor universalista de los derechos básicos de las personas y la ciudadanía, al margen de las diferencias por su condición anatómica y sexual, y con ello cuestionamos las muchas formas de minorización y subalternidad que vienen sufriendo las mujeres, y que aún perviven a menudo invisibilizadamente, en todos los espacios sociales, privados y públicos. La necesaria apuesta emancipatoria por unas formas de convivencia más equitativas y justas entre mujeres y hombres, ha de poder hacerse hueco y tomar protagonismo en cualquier agenda de acción y proyecto que se autoproclame a favor de la mejora y el bienestar común. Entendemos que el avance en el cumplimiento de los ideales igualitarios entre los seres humanos, y particularmente entre las mujeres y hombres, debe expresarse en todas las organizaciones, instituciones y grupos, que han de adoptar como propios los cambios igualitarios que cuestionen la jerarquía y la dominación masculina.

- La política es un espacio hegemónicamente masculino.

La deseable opción a favor de la equidad en el acceso y reparto de los bienes sociales entre hombres y mujeres se ha de poder expresar en las relaciones privadas y domésticas y también en las relaciones que se establecen en los espacios públicos, como es el político e institucional encargado de la regulación y la gobernabilidad colectiva. Con las históricas conquistas del derecho al voto para las mujeres a lo largo del siglo XX no han acabado las ancestrales discriminaciones políticas de las mujeres. Los partidos y organizaciones políticas de cualquier tinte y condición, que aspiran a representar a la ciudadanía en los procesos electorales y en las instituciones y políticas de gobierno, deben garantizar mediante reglas estrictas unas condiciones ejemplares de participación y equidad entre mujeres y hombres en sus formas de representación, liderazgo y decisión. Esta metas en defensa de los derechos de igualdad y equidad en el espacio propiamente político nos llevan a defender con fuerza y pasión su puesta en práctica mediante una variedad de fórmulas basadas en la "acción positiva", "la política paritaria" y "las organizaciones propias" de los colectivos de mujeres. Estas herramientas sirven para romper los duros “techos de cristal” que en política eliminan, individualizan o seleccionan arbitrariamente a las mujeres, en función de los particulares intereses y el poder de designación de las familias y grupos de hombres que dominan e imponen las reglas del campo político-institucional.

- Las políticas verdes y la paridad van juntas.
En “la nueva cultura política” defendida por los partidos y las organizaciones con fines de transformación ecológica para la sostenibilidad de las sociedades humanas, las políticas paritarias se hacen inevitables. Han de convertirse en distintivas y ejemplares para impulsar con ello avances reales contra la desigualdad patriarcal en la sociedad en general, y en cualquier contexto, organización y circunstancia política en particular.
Los mecanismos paritarios y de discriminación positiva a favor de las mujeres en el terreno de la participación, la decisión, la representatividad y el liderazgo, deben instituirse y asegurarse mediante reglas estatutarias de funcionamiento que marquen los hábitos de la cultura política de las organizaciones y de sus miembros, y pongan límites irrebasables a la acumulación de recursos políticos y de poder de dirección en manos de hombres y grupos de hombres.

- Sin organizaciones autónomas de mujeres las políticas de paridad no andan.
Las reglas paritarias de una organización pueden ser ineficientes o incluso contraproducentes para las mujeres si en su aplicación se pervierte el sentido original de las mismas: dividir equitativamente los bienes y recursos asegurando que las mujeres como colectivo tengan asegurado el acceso continuado a los mismos. La experiencia histórica de las mujeres muestra la necesidad política que tienen de dotarse de organizaciones propias y autónomas para dar forma y expresión a sus intereses y metas colectivas, y también para impedir la posibilidad de un uso contradictorio e ilegítimo de las fórmulas paritarias: cuando se utilizan con la finalidad de validar solo a las mujeres individuales que previamente han sido seleccionadas y designadas por los grupos de poder y los liderazgos masculinos.


. La feminización de la sociedad es necesaria para la responsabilidad ecológica y la transición verde

Aunque nos consideramos parte y continuadoras de la genealogía de mujeres y de sus históricas luchas en favor de los derechos políticos y sociales igualitarios para las mujeres, además percibimos como los valores masculinos de conquista, autonomía y libertad, y desarrollados desde los ideales modernos de progreso y desarrollo ilimitado, están esquilmando aceleradamente las limitadas y frágiles condiciones de salud y vida del conjunto del planeta. Ante la gravedad de la crisis de supervivencia ecológica que hoy atraviesa la humanidad en su conjunto, las históricas metas de avance igualitario para las mujeres deben armonizarse e integrarse con urgencia en los objetivos y las restricciones de la agenda de la preservación ecológica y el decrecimiento físico de nuestras necesidades y formas de vivir, y con ello evitar que las mujeres participemos también en la delirante y faústica fiesta del maldesarrollo destructivo del conjunto de la vida terrestre. Ante la degradación y pérdida de los servicios y bienes ambientales vitales y necesarios para nuestra continuidad y existencia común y colectiva, entendemos que las mujeres no deben “travestirse” emulando los antropocéntricos valores masculinos de éxito y riqueza. Al contrario, entendemos que podemos revalorizar, reconstruir e irradiar nuestras culturas e identidades femeninas que han sido fruto de los imperativos patriarcales, con la finalidad de afrontar mejor los necesarios cambios verdes en nuestras formas de organización, en la producción, en los estilos de vida y consumo, y en el pensamiento y la cultura. Desde los valores autoreconstruidos y autodesignados de la feminidad, queremos hacer puentes transitables para la transición consciente hacia una nueva y ampliada moral de responsabilidad y cuidado hacia la vida natural que es la fuente matricial para cualquier sociedad humana y futuro. Como mujeres que somos, no queremos contribuir a usurpar ni lesionar las oportunidades y los derechos de la vida natural y de los seres humanos en el futuro, y no queremos sumarnos a la insensata destrucción de los bienes y servicios ambientales que son condición de nuestra propia existencia y bienestar. Como mujeres verdes que somos, optamos por una nueva responsabilidad y ética femenina del cuidado, ampliada a la vida natural que enferma y muere. Como ecofeministas que somos, junto a los nuevos derechos ambientales, considerados como guías y principios fundamentales de toda acción y proyecto humano, defendemos unas formas dignas y equitativas de convivencia entre mujeres y hombres en un planeta finito y común. Como mujeres defendemos la vida, la armonía y el cuidado de GAIA. No somos especistas.


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