Y el feminismo de la paridad como forma transitoria de visivilizar a las mujeres. Lo que no se ve no existe. No se trata de uniformiizar a las personas sino que no se vean en la necesidad de asumir un rol.
Hoy buscamos cambiar la sociedad para que las personas se puedan desarrollar en su integridad sin necesidad de ajustarse a ningún tipo de corsé.
Hay que poner en valor la cooperación y la solidaridad frente al egoismo y el individualismo.Quenemos cambiar las relaciones humanas para que como individuo no tengas que ocultar tus preferencias sexuales ni tu identidad de género. Se trata también de que no tengas que responder a un estereotipo por razones culturales o sexuales.
Hay tradiciones que deben pasar a la Historia, no se trata de que seamos iguales sino que tengamos iguales derechos. La diversidad es imprescindible.
Para ello es necesario reformular la
democracia desde los distintos espacios, intelectuales y foros nacionales,
regionales e internacionales, es urgente ampliar la democracia
tanto a nivel individual como a los grupos sociales, legendariamente marginados,
como las mujeres en general, y los pueblos originarios en particular. Las
profundas diferencias registran desigualdades de carácter estructural muy
difíciles de desmantelar y que cuestionan, de forma sistemática, la legitimidad
de la democracia a partir de la disminuida presencia de mujeres en el sistema
democrático de representación política, así como también la intervención de
pueblos indígenas y/u originarios, significaciones relevantes en el quehacer de
la política moderna.
El feminismo que se adscribe con
anterioridad a la tradición igualitaria, plantea la paridad como un sumario
estratégico para abordar la evaporación del monopolio masculino del poder
político. En este sentido, tanto en el siglo XX como en el transcurso del siglo
XXI, cobra centralidad en el debate la propuesta de la paridad en la
representación política, considerando que en todos los países donde existe un
movimiento feminista, se está trabajando esforzadamente para lograr un nuevo
reparto equilibrado del poder político entre hombres y mujeres, o sea, invocar
por el equilibrio en el sistema de representaciones.
El feminismo, que históricamente se
responsabilizó de luchar por la igualdad y la equidad, ha estado vinculado a
las políticas de acción afirmativa y discriminación positiva, hilo conductor
que nos orienta a la política de cuotas y la paridad, como medidas correctivas
y compensatorias de carácter temporal que buscan establecer la equidad entre
los géneros.
El derecho a elegir y de ser
elegidas está establecido hace muchos años, esto no significa que, en la
práctica, el acceso a los cargos de poder sea igual para los hombres y las
mujeres. Desde una mirada histórica, ese derecho ha sido, sistemáticamente,
negado para las mujeres, promoviendo grandes diferencias cuantitativas y cuantitativas
en la representación política de mujeres y hombres, o dicho de otra manera, en
el sistema político de representación.
Tales diferencias registran un
claro desequilibrio en la representación política en los países, generando las
condiciones necesarias para el debate abierto sobre las medidas correctivas: legales
y políticas, para potenciar la equidad en la participación política. Durante el
proceso, no han sido pocos los países que han recurrido a medidas drásticas de
reformas legales, y en otros casos, a la aplicación de acciones afirmativas, de
discriminación positiva y a la implementación de las cuotas, como expresión de
las anteriores.
En ambos casos, se trata de medidas
que han sido pensadas y adoptadas como un
instrumento para fomentar la igualdad
de oportunidades entre los dos sexos, garantizando la presencia de mujeres en
los espacios de representación y toma de decisiones.
Las mujeres han de verse en las instituciones para poder tomar conciencia y creerse la igualdad.
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