Los problemas energéticos hay que verlos como un reto para
nuestra sociedad para adaptarse a los nuevos paradigmas, y cuanto antes
emprendamos el cambio menos costes sociales y económicos tendrá. Hacer el
cambio energético es arriesgado pero no hacerlo es suicida.
El camino a seguir para la transición es un activo en la
lucha contra la crisis económica, tanto en la protección de los sectores más
débiles como en impulsar los sectores industriales de la economía verde. Cuando
hay crisis, es una prioridad invertir en los sectores más intensivos en empleo.
Este es el caso de las energías renovables, la rehabilitación térmica de los
edificios, el transporte público, etc. que puede crear cientos de miles de
puestos de trabajo.
En la ecuación tenemos por un lado el cambio climático, la
reducción de las reservas de combustibles fósiles, el peligro nuclear, la
crisis.
Tenemos que llegar al otro lado de la ecuación en una sociedad en la que ha
disminuido el poder adquisitivo medio, necesitaremos satisfacer las necesidades
energéticas mediante Energías Renovables y detener el envío de decenas de miles
de millones a las monarquías petroleras. Invertirlos en nuestra tierra para
alimentar a nuestras economías locales, y promover los sectores de futuro, las
fuentes de la innovación, el progreso y el confort, basados en la no
contaminación y los recursos inagotables (eficiencia energética, energías
renovables).
El único modo de resolver la ecuación es que la sociedad cambie de mentalidad,
implica pasar de una economía que ha prosperado gracias al consumismo, a una
economía basada en el uso más eficiente posible de los recursos más eficaces.
Proporcionar servicios en lugar de empujar a consumir cantidades cada vez
mayores, es sin duda una revolución también para los productores de energía.
Reducir las facturas cuando suben los precios: Hay que aplicar medidas arancelarias esenciales (tarifas sociales, las tasas muy progresistas), reducir el consumo de energía y mejorar el rendimiento y la productividad de la energía. Nuestros vecinos británicos y germánicos también han puesto el listón muy alto: duplicar su eficiencia energética para el año 2050.
La pregunta que se nos plantea ahora es simple: ¿debemos seguir otro modelo para evitar que se pierda el tejido industrial en energías renovables que era puntero, generador de puestos de trabajo ahora y en el futuro o debemos ir en el sentido de la reforma planteada por el actual gobierno prolongando la agonía del sector fósil incluidos los numerosos proyectos que pretender poner en marcha como el fracking y que penaliza el autoconsumo?
La transición ecológica es una de las palancas de la
recuperación productiva del país, el gobierno debería ahora tomar opciones
audaces que favorecen una visión a largo plazo y más allá de
conservadurismo, apoyar el autoconsumo
y la descrentralización.
Hay que llevar a cabo la renovación progresiva obligatoria de la mayoría de los edificios de energía (hogares y oficinas) para desarrollar ambiciosos planes de formación en la transición energética, para establecer un marco y una tarifa legal únicos e impulsar las energías renovables, desarrollando fuertemente la investigación sobre el almacenamiento de energía.
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